Es probable que la primera vez que escuches la palabra “smart contract” pienses en un contrato virtual, debido al concepto que se puede tener actualmente en las ciencias sociales. Una especie de acuerdo entre dos o más personas subido a la red. Como descripción simplista, no se aleja mucho de su finalidad, pero sus posibilidades son mucho mayores.
Podemos decir que, mientras los contratos clásicos recogen acuerdos, los Smarts Contracts los ejecutan.
Pero, ¿qué son realmente? Código informático programado para que cuando se den unas condiciones (input), se produzcan unas consecuencias (output).
Vamos a verlo con un ejemplo.
Imaginad que hemos decidido comprar un ordenador nuevo:
- En una compra tradicional, si hubiera algún fallo los primeros meses o años derivado del producto, deberíamos tramitar la garantía. Un caso puede ser que el sistema empezara a sobrecalentarse, tendríamos que enviarlo de nuevo a fábrica, que fuera revisado y se llegara a una resolución. Esto implicaría una cantidad importante de tiempo perdido en el proceso.
- En cambio, esta adquisición podría haber sido certificada en la blockchain y sujeta a un smart contract, haciendo que cuando llegara la temperatura de ciertos componentes a más de 45º producidos por ellos mismos, se activara la garantía y se mandara un portátil nuevo a la vez que se recoge el defectuoso.
Aunque este ejemplo sea a pequeña escala, hay muchos niveles de complejidad, prácticamente hasta donde nos alcance la imaginación y la tecnología actual. Lo más importante es que no necesitan la intervención de un tercero, saben actuar por sí solos (smart) ahorrando muchos procesos e interacción humana más allá de su programación. Además, al estar en la blockchain son completamente públicos, por lo que cualquier persona que lo deseara podría verlos y son inmutables, así que la actuación maliciosa de un tercero no podría anularlos.
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